

Fue un día raro, como tantos otros llevamos ya en este otoño-invierno borrascoso y esquizoide, de esos en los que piensas que hay un parte claro y acabas navegando y/o surfeando a ratos, de forma insuficiente pero en algún lugar o con alguna luz o con algún horizonte o lo que sea que acaba transformando el baño.

Ocurrió a principios de mes en Mazarrock, con esa ola-hallazgo al anochecer, y ocurrió en Almeria hace también unas semanas.

Deambulando entre invernaderos, con un cielo plomizo que no aventuraba nada bueno y ante la ausencia del requerido viento, nuestras extremidades centáuricas nos guiaron una vez más, siempre en extrañas condiciones o motivaciones a ese curioso rincón del mundo: Punta Entinas: Algún día haré memoria pública de los extravagantes viajes a este lugar...

... Pero allí, al margen del mar plateado de los invernaderos infinitos, en ese paraje insospechadamente salvaje y vivo dominado por el Faro del Sabinar y mientras la noche se descolgaba sobre nosotros, el cielo se agrietó, la luz de poniente lo inundó todo y el viento, ese tipo circunspecto e inconstante (por lo menos aquí en el Mediterráneo), se digno a asomar el hocico. Las olas, le siguieron un rato más tarde...



TODAS LAS FOTOS CORTESÍA DE JAIMITO JAIMOTIS
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