"Le vent se lève! . . . il faut tenter de vivre!" (¡Se alza el viento!... ¡tratemos de vivir!)
-En un ratico estoy aquí.-
Le digo a Ka mientras termino de ponerme el 3/2.
-Tienes lo que dure Toy
Story.- Responde ella, mientras arremolina alrededor suyo y frente a la
pantalla del portátil a nuestras dos hijas.
Y ahí las dejo, viendo Toy
Story dentro de la furgo. Frente a mí una playa ferrolana que podría
confundirse fácilmente con el “ideal” de playa que debo llevar insertado en el
cerebro: el atlántico azul oscuro en el fondo, el agua verde turquesa en la
orilla, la arena blanquísima rematada en una duna elevada, los bosques de pinos
y eucaliptos al fondo, la laguna interior y una bahía de libro flanqueada por
sendos macizos rocosos e imponentes. Para más inri el viento sopla para 4,7 y
este rincón del océano parece una piscina con olas de diseño.
Es lunes, y es el último día
de un viaje que empezó el lunes anterior cuando aterrizamos en Portugal por la
Ruta de la Plata, nuestra Highway 66 peninsular. Atrás quedan días de mucho
sol, muchos kilómetros y mucha vida improvisada que quizás es lo que más se
agradece tras meses de rutina y cronómetros mentales.
Atrás quedan las primeras
noches furgoneteras de esta reciente familia de cuatro unidades, el trasiego de
maletas, carros, hamaquitas, pañales, velas, neoprenos y de ese interminable
listado de ítems sin los cuales no podríamos sobrevivir ni un segundo en este
loco plan denominado vida cotidiana.
Atrás quedan las puestas de
sol que dejan de existir en cuanto pisas la ciudad de nuevo. Y las horas de
plaza/parque/playa con mi hija mayor, viéndola jugar/intentar mandar/intentar
no ser mandada –en ese extraño mundo infantil de dictadores y lacayos-, ante
otros niños de origen variado en sitios tan diversos como Antequera, Badajoz,
Aveiro, Moledo, Ferrol, Astorga o Villacastín.
Atrás quedan los amigos
–tantos ya-, la Pensión Fortunato y el propio Fortunato, la salida tremebunda
con marea viva y llena en Ericeira, los hot dogs con patatas fritas
incorporadas allí mismo, Aveiro y sus casas, el intentar dormir a Vega en su
carro al mismo tiempo que me pongo el neopreno con-el-ansia-por-entrar-antes-de
que-suba-la-marea-en-Moledo, la sesión de jumping
non-stop esa misma tarde, la parada ya obligada en Mos en casa del Gran Manuéh
(mientras él lo siga consintiendo claro), los pimientos, el camping
Berlanguiano de Esmelle, las miles de cervezas, las olas, mi gran tabla nueva
tatuada por las rocas portuguesas, mi Némesis, la derecha de Riberillas y su
nuevo chiringo fashion, las multas, atascos del 15 de agosto, el asfalto infinito,
la ensoñación despierta y, sobre todo, la familia. Mi gran familia.
Atrás queda todo esto y
seguro que mucho más.
Por delante, mientras bajo frenético a esa playa ferrolana donde
todo empieza y acaba, aún me queda un buen rato de windsurf. Hora y media,
quizás un poquito más.
Lo que dure Toy Story.
5 comentarios:
¡¡Que bueno!!
Me ha encantado esa unidad de medida.
Hay que hacer un conversor Sistema Internacional - Sistema Familiar xD
Gracias CWMM!
Ay Jorge... te estas metiendo en un terreno pantanoso, jejejej... los sistemas familiares son inconvertibles...
La verdad la historia es muy buena, me gusta mucho , en poco tiempo voy a tener familia espero ser tan afortunado como tu y q la flia. me acompañe y eres un muy buen escritor.
Gracias!
Y ánimo!, la verdad es que se navega mucho menos al ir ampliando familia, pero ganas otras cosas... ya verás.
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