miércoles, 30 de julio de 2014

Amo-te Claudio


Si alguna vez has estado en Ribeira d’Ilhas, conocerás esa frase.
Asomada a un acantilado, intenta teñirse del material imperceptible del muro que la sujeta, mientras desafía al tiempo y al océano. Sin embargo, no es fácil escapar de ella.

Desde la ventaja de quien ha nacido con vocación demiúrgica, y con aprendida  inclinación surfista, se descuelga poco a poco por tu ventana trasera y busca una y otra vez sumergirse en las frescas aguas del Atlántico. De pronto, está a tu lado. Segundos más tarde, se instala en tu cabeza.



Y así  esperas que llegue tu ola, mientras piensas en ese Claudio, niño prodigio de la costa portuguesa, jinete acuático desde el vientre de su madre, quien también surfeaba cuando era una niña, joven apuesto y feliz que hace temblar las piernas de cualquier muchacha que quiera asomarse al fin de la tierra conocida, local poderoso y rey del mundo. Y también imaginas a una adolescente frágil de Ericeira, allí arriba, spray en mano, muerta de amor y haciendo malabares con su vida para declararse con la inmensidad del mar como testigo. Anónima heroína, sin tiempo si quiera para  escribir su nombre, entregada a la única causa que tiene sentido, y que no es otra  que  O meu Claudio –como lo llama ella-  compruebe su entrega cada día,  y pueda leer de soslayo y en pleno cutback imposible, las tres palabras que dominan a todos pero que solo pertenecen a uno.

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