En esta ocasión es el propio Pericles El Terriblemente Joven el que nos narra los acontencimientos y emociones del último día del mítico viaje.
"Afectado por los brebajes traídos de tierras lejanas que los
maestros hicieron tomar a Pericles y que
consiguieron sus ojos cerrar antes de tiempo, volvieron de nuevo a la
ciudad donde llevan todos los caminos. Una nueva lección aprendió al día
siguiente de su maestro filósofo, cuando al despertarse vislumbró a través de
los cristales esas queridas montañas... y es que la línea recta no tiene por
qué ser el camino óptimo, sino que “las curvas son el camino de la perfección”.
Tras coger lastre para el día que les esperaba a base de
bolhos rellenos de crema en un rincón del cabo, donde normalmente reina la
calma según “los entendidos” y que en esos instantes los borregos habían
decidido echarse a la mar, todo parecía indicar que sería el día elegido, el día
para enfrentarse al POWER OF GUINCHO.
4.2 fue el material elegido para la batalla, que fue ganada
con éxito gracias a la impaciencia de los maestros guerreros . Orgullosos por
su victoria, planeaban una retirada a tiempo, pero Pericles no estaba tan seguro
de abandonar tan rápido. Sin embargo, tras mirar a sus queridos maestros
Mamónides y Pamplínides y ver en su mirada el cansancio de la sabiduría
adquirida tras numerosos años,
comprendió que la batalla había llegado a su fin.
Llegó la hora de que volvieran a su tierra natal, no sin
antes descubrir nuevas rutas con las que pudiera ser conectada su ciudad con el
resto del mundo y es que otra gran enseñanza que transmitió el filósofo
Pamplínides fue a “no tropezar nunca dos veces con el mismo bache”.
Pasaron por tierras temidas por Mamónides, en donde sus
habitantes alimentaban a sus carros tirados por caballos a la vez que los
lavaban, comunicándose mediante un extraño lenguaje a gritos, desconocido hasta
entonces para ellos...
Finalmente era el momento de
que asentaran las cabezas y dejar pasar los intensos instantes vividos como
recuerdos condenados a ser guardados con los que soñar, con una sensación de
plenitud, de haber aprovechado al máximo todo el tiempo, un sentimiento de paz
interior y felicidad, ayudados por el ansiado manjar que todavía Pericles
conservaba".
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