martes, 7 de agosto de 2012

El viaje de Pericles 04: Jornada final



En esta ocasión es el propio Pericles El Terriblemente Joven el que nos narra los acontencimientos y emociones del último día del mítico viaje.

"Afectado por los brebajes traídos de tierras lejanas que los maestros hicieron tomar a Pericles y que  consiguieron sus ojos cerrar antes de tiempo, volvieron de nuevo a la ciudad donde llevan todos los caminos. Una nueva lección aprendió al día siguiente de su maestro filósofo, cuando al despertarse vislumbró a través de los cristales esas queridas montañas... y es que la línea recta no tiene por qué ser el camino óptimo, sino que “las curvas son el camino de  la perfección”.

Tras coger lastre para el día que les esperaba a base de bolhos rellenos de crema en un rincón del cabo, donde normalmente reina la calma según “los entendidos” y que en esos instantes los borregos habían decidido echarse a la mar, todo parecía indicar que sería el día elegido, el día para enfrentarse al POWER OF GUINCHO.

4.2 fue el material elegido para la batalla, que fue ganada con éxito gracias a la impaciencia de los maestros guerreros . Orgullosos por su victoria, planeaban una retirada a tiempo, pero Pericles no estaba tan seguro de abandonar tan rápido. Sin embargo, tras mirar a sus queridos maestros Mamónides y Pamplínides y ver en su mirada el cansancio de la sabiduría adquirida tras numerosos  años, comprendió que la batalla había llegado a su fin.

Llegó la hora de que volvieran a su tierra natal, no sin antes descubrir nuevas rutas con las que pudiera ser conectada su ciudad con el resto del mundo y es que otra gran enseñanza que transmitió el filósofo Pamplínides fue a “no tropezar nunca dos veces con el mismo bache”.

Pasaron por tierras temidas por Mamónides, en donde sus habitantes alimentaban a sus carros tirados por caballos a la vez que los lavaban, comunicándose mediante un extraño lenguaje a gritos, desconocido hasta entonces para ellos...

Finalmente era el momento de que asentaran las cabezas y dejar pasar los intensos instantes vividos como recuerdos condenados a ser guardados con los que soñar, con una sensación de plenitud, de haber aprovechado al máximo todo el tiempo, un sentimiento de paz interior y felicidad, ayudados por el ansiado manjar que todavía Pericles conservaba".





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