martes, 27 de marzo de 2012

Mondo sardo 6: visita centáurica II


En pleno apogeo de la vida murciana -con todos sus pros y todos sus contras, con todo su frenesí y toda su danza macabra buscando la flotabilidad-, pensar en Cerdeña ahora mismo es pensar en vacaciones, ese estado mental ilusorio, pero también es pensar en el propio ritmo de esa isla de un mediterráneo ya casi olvidado.





El ritmo de la isla paradójicamente está marcado por sus carreteras y caminos. Diseñadas de forma descuidada y mal conservadas, es en su alternación de curvas y rectas, de montañas y valles, donde el paisaje te va abrumando y donde esa velocidad de conversación monótona entre el mar, la tierra y el cielo te va calando hasta los huesos.

Un mediterráneo primigenio, casi jubilado por aquí, en el que reconoces colores y texturas pero que se muestran de un natural mucho más salvaje... quizás antiguo, quizás auténtico o quizás perdido.

Y también están los sardos: los del norte, con sus ganas de conversación, y los del sur., con su pasión por los gruñidos. Y los neosardos como jaimón, al que ya no le gusta ni navegar con 5.3 ni con menos de 2 metros de ola.

Y la comida.

Y mi ahijado Nanuk.

Y tantas cosas que pronto olvidaré.

A ver si busco otro hueco y las pongo rápido por escrito. Ya sabéis, para que no se me olviden del todo, por lo que pueda pasar...



2 comentarios:

Magnum dijo...

Una delicia las crónicas centáuricas, gracias por compartir la mágia del mediterráneo con todos nosotros.
Buen viento y mejores olas,
magnum

lujo dijo...

Gracias a ti!
lleváis un buen añito por allí arriba, ¿no?