Volvimos, volvimos, volvimos. A las minas abandonadas. A los cañizos inundados. A las pizarras. A los residuos y a los verdes indonesios. Al viento fuerte en la orilla y a los acantilados dorados por el sol otoñal.
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Volvimos al faro en la montaña y a su sobrino solitario. A las cabezas patilludas de los surfers y a los misioneros del espumón. A los calzones ochenteros, a los bottoms generosos, a los picores de ojos, a la cerveza post-navegación, a la tarde de invierno y la busqueda de la no ola que hay en toda ola que nos llena de antimateria bendita. Ay.
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